Sobrevivienda


Quinientos cincuenta al mes no le parecía suficiente, por eso nos subió a setecientos veinticinco, pero sólo porque éramos nosotros, porque éramos buenos pagadores y no le habíamos dado problemas, que su hijo quería subirnos hasta los ochocientos... G - R - A - C - I - A - S...

Los cambios bruscos nunca son bien recibidos... contradicciones: para buscar piso se necesita un contrato indefinido, pero para poder visitarlos debes estar disponible las veinticuatro horas... “es que a las seis y media es algo tarde”... ¿hasta qué hora trabaja la gente en este país?... ¿cuán pronto son capaces de llegar a casa?...

Mínimo una hora de ida y otra de vuelta, desplazamiento aún más dilatado por obras... e ir a ver las distintas opciones, a oscuras, con los móviles por linternas... ridículamente, uno se acuerda de los programas televisivos de casas, de esas mansiones canadienses de trescientos metros cuadrados perfectamente maquilladas para el cliente...

Sin bombillas ni muebles, y ahora también sin electrodomésticos, pero doscientos y trescientos euros más caros que cinco años atrás... pareciera que la crisis ha terminado, y que las familias viven holgadamente con la pensión del abuelo, dinero “gratuito” a espuertas sin necesidad de trabajar... un mundo de la piruleta más jaula que Jauja...

No sólo las habitaciones están en penumbras... los vecindarios más asequibles parecen un videojuego de terror en el que ruge sin cesar una autovía tan cercana que parecen derrapar en el comedor... y, aún así, cuando en la desesperación aparece algo que podría llamarse hogar, algún madrugador ya ha pagado la fianza de reserva...

Pedir vacaciones para encontrar donde vivir, para pagar impuestos en el banco y para hacerse una radiografía en el hospital... Hay veces que los deseos se hacen realidad, y no te renuevan en la empresa, y tienes todo el tiempo para correr de aquí para allá, a agencias inmobiliarias, a citas en la otra punta de la ciudad, a la oficina del paro...

Entonces conoces al que ofrece un piso con vistas a una terraza que pertenece al vecino, a la que etiqueta una caja de zapatos como “ideal para parejas”, al que aprovecha el momento en que hincas la rodilla para exigir más dinero, a la que te enseña un zulo bajo el aullido atronador de una alarma como si fueras tú el que está robando...

Cuando por fin cedes, y al borde del llanto aceptas un piso decente con un alquiler indecente mientras el coro de la tragedia canta con denuedo que te hipoteques a treinta y cinco años, la cosa no termina, la mudanza comienza en un escaso fin de semana en el que cargas sin dar crédito todo lo que has reunido durante un lustro...

Diógenes del capitalismo, acumuladores de libros, ropa y muebles de Ikea, esa no es la mayor carga... lo peor es que esta miseria se siente como capricho, mala conciencia de submileurista que en realidad no tiene donde caerse vivo... llegar a respirar por encima de nuestras posibilidades es tan fácil como aterrador...

Lo que se construyó, echarlo abajo para volver a encajarlo en otro espacio, ya no por cinco años sino por tres, y pagando el ITP, como si en vez de contratar temporalmente uno lo adquiriera para siempre... salir de la zona de confort a patadas para reconfigurar tu mente en la panacea del coaching del nuevo comienzo, de la nueva oportunidad...

Se acaba aceptando la puñalada como una cura contra la rutina del mismo modo que se termina por apreciar una canción de mierda a fuerza de escucharla goebbelianamente... Nadie niega que de situaciones así se pueda ir a mejor, pero nada previene que un trastorno semejante no devenga en una locura alientante...

Los mefistofélicos y esclavizantes nuevos diccionarios de felicidad que están redactando los gobiernos patrios y sus mandamases multinacionales utilizan estos ejemplos para ensalzar como una bandera la inestabilidad y la precariedad reinante... los cerdos y sus sabuesos venden como oportunidad la falta de tales...

Mientras tanto, tú en el balcón de tu casa nueva, agotado pero con una sonrisa, olvidándote de que ni es tuya, ni es nueva, ni las cosas van a cambiar como sigamos por este camino... a lo lejos, pero cada vez más cerca, una enorme burbuja biliosa asoma tras el horizonte de casas vacías como un aciago amanecer a punto de estallar...


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