Sorteamos los obstáculos como podemos... las subidas humillantes de alquiler y las dos horas diarias de trayecto a la oficina (siendo optimistas)... las frases hirientes y los comentarios tóxicos, el odio sin diques inundando internet... la propaganda del miedo, la invisibilización de la creatividad, la estandarización del libre albedrío... las domaduras de pelo, la alopecia de ideas... Buscamos ser cuatro por cuatro, adaptarnos a cualquier situación, pero hasta en los momentos más impensados buscan instrumentalizarnos...
Cuando todos lloran los atentados, hay bandos lanzándose cuchillos sin miramientos... hasta los zurdos aprovechan para apuñalarse por la espalda, mientras los diestros asientan nuevamente su afilado trono... cómo no zaherirse con estos resultados... la cinta aislante de la identidad parece haberlo acordonado todo y, sin embargo, qué bellas sus manifestaciones multitudinarias, qué fuerza el embate de sus olas, que arrastra a los polizontes hasta la orilla, que los obliga a tomar tierra y ponerla de por medio...
Nos encerramos cobardes para tomar aire, para huir de esta avalancha constante... En casa, el amor de presentes y pasados dibuja una década de dicha en la desdicha, aún a flote a base de chistes malos, de chascarrillos internos, de salvavidas de azúcar... ¿Refugio?... Hay gente en pie en mitad de guerras de petróleo que no verá más gota que la de sus venas, con su futuro desapareciendo a la velocidad del progreso... Para ellos no hay tejados, ni paredes, ni mucho menos jardín...
Su dolor llega en furgones sin frenos al primer mundo para ser mercantilizado en opiniones de mierda... Desde el atril, nos prometen humvees para nuestras necesidades de asfalto, todoterrenos para remontar la sonrisa, pero la verdad es que no dejamos de caer por la misma pendiente a distintas alturas... agravio e indignidad sin frenos, ruina, cascotes, cantos grises... Precisaríamos tanques para superar esta montaña de escombros, pero todos vienen en dirección contraria...
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