Lo que nos cuentan los pajaritos

Nosotros:
-¡Buenos días, dormilones!...

-¿Otra vez? ¿No véis que si lo hacéis ahí, cae en el agua y la ensuciáis? Luego no podéis beber y a quejarse. Es que, de verdad...

-¡Eh, tú, no piques!...

-¡Tenéis que comer pienso! No os podéis pasar el día comiendo sólo semillas...

-¡Lo habéis tirado todo! ¿Os parece bonito?...

-¿Qué te he dicho? ¡No pongas esa cara que has entendido muy bien!...

-¡Ya va, ya va! ¿Es que no tenéis espera? ¡Tragones, que sois unos tragones!...

-Os vamos a soltar que estáis muy nerviosos...

-Es lo que queríais, ¿eh? ¡Anda que no os gusta volar!...

-Lo mismo siempre. Os abrimos la jaula, y directos a la cabeza. ¿Os gustan mucho nuestras cabezas? ¿Os lo pasáis bien jugando con el pelo? ¿A que sí?...

-Súbete a la mano. No, no piques. Súbete. ¡Y dale! Que no piques...

-¿Te gusta el jersey? ¿A que está calentito?...

-¡Ay, no tires del pelo! ¡Malo, para, stop!...

-Y ahora al cable. ¿Qué te digo siempre del cable? Suéltalo. ¿Te crees que no te veo o qué?...

-Qué contentos cuando se bañan en el plato de agua. ¿A qué sí, a que os lo pasáis pipa?...

-¡Eh, no salpiquéis!...

-Están obsesionados por el móvil. Es sacarlo y venir volando hasta la pantalla. Menudos adictos...

-¡Venga, sal de la pantalla, que no me dejas leer el Whatsapp!...

-No, en la cabeza ahora no, que estás mojado, ¿no lo ves?...

-Esta canción les encanta. Siempre intentan cantarla, pero no tienen ni idea...

-¡No piques! ¿Por qué picas? Él no pica, ¿por qué tú sí? A ver, dime, ¿por qué?...

-¡No te hagas el despistado que te estoy hablando a ti!...

-Me has manchado el pantalón, tonto. ¿No ves que tienes que hacerlo en el otro lado?...

-¡No me grites al oído, que me dejas sordo!...

-Vaya par de presumidos. Bañaditos y arreglándose las plumas para estar bien guapos, ¿eh?...

-Cuidado con el radiador, a ver si os vais a quemar...

-¿Por qué hacéis eso? ¿Estáis tontos?...

-Cuarenta euros en el parque de juegos de madera natural, y ahí está muerto de pena mientras os pasáis el rato jugando con una caja de kleenex de los chinos... Es que ya os vale...

-No me mires así que no te voy a dar...

-¿Por que no os dejáis que os acaricie?... Vaya rancios que sois...

-¡Eh, venga, dentro! ¡No os escapéis, que ya lleváis mucho rato fuera! ¿No os ha parecido suficiente o qué? ¡Que nos tenemos que ir, venid aquí!...

-¡Adiós, no nos echéis mucho de menos!....

-¡Ya estamos aquí! ¿Que os habéis sentido muy solitos?...

-¿Que estabais aburridos? Estáis muy callados...

-Ya se han vuelto a cagar en el comedero. Eso es que no les gusta esta mezcla. ¿Que no os gusta? Claro, como es de la barata... Vaya par de señoritos...

-No, eso no. ¡Eh! ¿No me habéis oído o qué? ¡No!...

-¿Que también os habéis asustado con los relámpagos? Tranquilos, que no pasa nada...

-¡No tiréis la comida fuera! ¡Cochinos!...

-¡Otra vez al dedo! ¡Que haces daño! ¿Quieres que te castigue? ¿Eso quieres?...

-¿Los oyes? Se están quejando porque nos hemos ido del salón. No quieren que los dejemos solos...

-¡Qué bonitos sois! ¿Quién os quiere a vosotros? ¡Sí! Y vosotros, ¿nos queréis? ¿A que sí?...

-¡A mí no me contestes así! Si has hecho mal, has hecho mal...

-Se cabrean un montón cuando no les gusta la comida... ¿A que preferís las galletas? Pero no podéis comer muchas, ¿eh?, que os ponéis malitos... Bueno, si insistís... ¡pero sólo unas miguitas!...

-Ya se han vuelto a cagar en el bebedero. Pero si os la acabo de poner. ¿Se puede saber qué os pasa?...

-Qué cara de enfadado que tiene...

-¡Te está bien merecido! Espero que te sirva de lección...

-¿Qué pasa, bichito? ¿Estás triste?...


Los pajaritos:
-Pío.

Los gritos

Fotografía de la orden de silencio pintada en las paredes de una barraca del campo de concentración Auschwitz-Birkenau

Una noche, ¿sabes?, una muchacha de nuestra barraca empezó a dar gritos terribles mientras dormía; unos minutos después, todos estábamos gritando sin saber por qué. ¿Por qué?

Pienso que ese sonido lastimoso que, en ocasiones —sólo Dios sabe cómo— cruza los aires como un pájaro sin cuerpo, es una expresión reconcentrada del último vestigio de la dignidiad humana.

Es la forma, tal vez única, que tiene un hombre de dejar una huella, de decir a los demás cómo vivió y murió. Con sus gritos hace valer su derecho a la vida, envía un mensaje al mundo exterior pidiendo ayuda y exigiendo resistencia. Si ya no queda nada, uno debe gritar.


El silencio es el verdadero crimen de lesa humanidad. Y Ruth, «la que nos hace reír» (porque ella siempre dice algo que nos hace reír), dice que cuando gritamos tenemos que decir «gol». Que da lo mismo y nos cuesta nada, y reírse un poquito del dolor hace al dolor un poco más pequeño. «Gooolll». Así.

Cuando era pequeña, Isaac, me preguntaba dónde iban los sueños. Tú sueñas, y el sueño es como el agua. ¿Dónde va toda esa agua? ¿A los mares? Y luego, ¿serán nubes? Los sueños, entonces, regresan con las lluvias.


¿Y los gritos? Hoy me pregunto, los gritos, ¿dónde van? No pueden, no deben perderse. No es posible que se pierdan, no pueden deshacerse en la nada, no pueden morir en nada, morir para nada, para algo se han creado, para algo se han gritado, Isaac, el grito no muere, no puede morir. No muere. Nosotros sí que morimos, cada amanecer, en cada selección de Grete, en cada tren que llega. Pero nuestros gritos no, el grito no.

Quiera Dios que nuestros gritos se escondan bajo las almohadas de los que no saben, de los que saben y callan, de los que no quieren saber.


A las cuatro y media de la tarde se escucharon dos disparos. Y de inmediato, un fuego majestuoso estalló sobre las cámaras de gas.

Dos de los SS que conducían las excavadoras yacen muertos. Tomamos sus fusiles. Los ucranianos se desconciertan, levantan las manos. Entonces nos lanzamos hacia las alambradas, gritando.


Gritando, simplemente gritando, modulando gritos, gritos, Isaac, sólo gritos que rajan el aire, gritos que estallan en nuestras gargantas, liberando antes que nada, antes que nadie, el grito prohibido, reprimido, incinerado. El grito puro, el grito sin consonantes, ancestral, eterno.

Tan eterno como el silencio de los dioses, Isaac, el grito de los hombres.

Fotografía de la entrada del campo de concentración nazi de Auschwitz y las vías ferroviarias que conducían a él

Las cartas que no llegaron