L’ameublement de la musique


De Colonia me traje a Satie, grabado en un CD, pitagóricamente reducido a números… él esperó hasta el último momento para copiarlo, la misma mañana, apenas dos horas antes de coger el vuelo… cosas que tal vez no cambian…

La música… en la cama, con la luz apagada, con los ojos cerrados, oscuridad dentro de oscuridad… cierta desazón, cierto desamparo…

Con cada pulsación exánime del piano, una perturbación en una superficie infinita de agua calma y oscura… Pequeñas gotas o pisadas o maremotos de un único instante…

Las calles alemanas, la noche alemana, el frío seco e indiferente… y en medio él, corriendo como desesperado, lleno de fuerza o de rabia, huyendo o dirigiéndose... y sin embargo, un bucle, la misma secuencia siempre, sin acelerarse, sin decelerarse, movimiento rectilíneo uniforme desde el principio del círculo, repitiéndose, repitiéndose una y otra vez sin llegar a ninguna parte…

Hay como una espera, como una esperanza de por-venir, envite que nos lance por fin hacia el horizonte… pero continúa ahí… el escenario va desapareciendo, se van difuminando los volúmenes, el relleno, la materia, los contornos, y sólo queda una especie de recuerdo que parece morir y que parece resistir… como el dejo de un sueño, como el resabio de una pesadilla…

Su habitación, una buhardilla en Kalk desde cuya claraboya se pueden ver las estrellas cuando no hay nubes, un rincón propio hecho de objetos que ya fueron, que vivieron la vida de otros, una sala de pasado que se tiró pero que fue recogido… desde la silla de oficina cubierta con un paño hasta el colchón prestado, el cajón con la pegatina anarquista, la manta amarilla y sucia de los vecinos, las dos mesas que fueron una de mezclas… un dormitorio... y una cocina de segunda mano baratísima y una casa que tuvieron que levantar, que construir…

No había nada, una taza de váter en mitad de un mingitorio vacío donde tocaba su guitarra… un hueco enorme como la música de Satie, un espacio extraño, apático y desolador que de alguna manera impulsa a llenar, a crear, a resucitar…

Termina la pieza y siento ganas de llorar... me siento naufragado, abandonado a la intemperie, derrelicto… y entonces, escucho la siguiente… mientras escribo…


4 comentarios

Anónimo dijo...

Bravo. Me emociono al leerte porque me leo a mí mismo. Y cómo me duele leer que mi buhardilla está aún hecha de objetos que ya fueron... En fin, no dejes de escribirme y de regalarme la otra perspectiva de mi vida.

Anónimo dijo...

a mí me parece que tienen mucho más valor los objetos que ya fueron... por eso lleno de mierda mi habitación.
ha sido un placer dejarse transportar por la música de tus palabras. :)

Anónimo dijo...

Pienso que el hecho de que un objeto "ya haya sido", no significa que "haya dejado de ser".

La primera foto pertenece a un café precioso al que nos llevó Abel. Estaba hecho de muebles recogidos de la calle, mobiliario casero que había sido convertido en mobiliario de cafetería. Tenía una luz muy tenue, de velas, y había juegos de mesa, también de segunda mano, y hubo un pique brutal con las damas chinas.

PD: YOGANÉYOGANÉYOGANÉ

XDDDDDDDDDD

hatsue-san dijo...

Y yo me aburrí muchísimoooooo

Tíos!