Peón de reino

Rien ne vous tue un homme comme
d’être obligé de représenter un pays.
Jacques Vaché

En 1972, un estadounidense y un soviético se enfrentaron en plena guerra fría… se enfrentaban ellos y más de cuatrocientos millones de opiniones resumidas en dos bloques de cemento sobre sus cabezas… era el cuadrilátero perfecto de batalla para terminar con la hegemonía mantenida por la URSS durante veinticuatro indiscutibles años…


El americano, por supuesto, como siempre, como rezan los templos, debía ganar y convertirse en sueño, añadir a las barras y estrellas un puñado de escaques blancos y negros… una ola de genios barrió los USA… el soviético, derrotado, tiempo después, cuando tal vez ni siquiera era ya ruso, cuando tal vez ni siquiera le quedaban ganas de ser nada o sabía que ser algo era en verdad casi nada, resumiría aquel aporte en un pragmático y sucinto inglés de academia: “He made chess popular, briefly, and he made us all rich men"…

En 1972, el estadounidense consiguió doblar el premio del campeonato mundial de ciento veinticinco mil dólares a doscientos cincuenta mil… él se quedó el balón y los otros eligieron el campo… la tierra del hielo y el fuego sería testigo de su encumbramiento, la victoria encarnada, el símbolo pop de sangre, hueso y aire que SU país necesitaba… sin embargo, el superhéroe del pueblo no volvería a participar en competición alguna… sería, veinte años después, una buena oferta económica la que lo sentaría cara a cara con el mismo rival del ya histórico “duelo del siglo”…

Pero en 1992, ni un estadounidense ni un soviético se enfrentaban ya bajo la amenaza de una nueva guerra mundial… ese año, un apátrida sin apoyo compitió contra un recién nacionalizado francés en mitad de las tensiones no de una futura batalla sino de un combate pasado… sentados sobre un cuarteado territorio bajo embargo que se esforzaba en ser una Yugoslavia que ya era ex y ecs, zona de pruebas armamentísticas de la ONU, se jugó la revancha que cambiaría su vida…


El que fuera hijo predilecto de la tierra más rica y poderosa del planeta leyó la orden gubernamental de SU país que le conminaban a no formar parte de aquella partida debido a las sanciones que operaban sobre aquel suelo de minas antipersona… frente a las cámaras de la prensa internacional, escupió sobre el maldito papel… volvió a vencer, pero esta vez tuvo que retirarse no sólo de los límites de los escaques, esos crucigramas sin palabras, sino también de las fronteras conocidas…

Sus paranoias crecieron, su egolatría se empecinó en seguir defendiendo que era el campeón invicto del tablero, pese a haber sido destituido del título por negarse a aceptar el reto con Karpov en el campeonato de 1975… En su exilio forzado, perseguido por la ley, celebraría los sucesos del once de septiembre desde una radio filipina, donde reafirmaría su antiamericanismo y su antisemitismo en acusaciones feroces a EE.UU. e Israel por el asedio de Palestina y en oníricas e hiperbólicas dudas acerca de la existencia de un tal Holocausto… así, el que fuera superhéroe sin máscara de los rascacielos más altos se embozaba ahora tras las lentes de su personalidad secreta…

2004 y Japón, Koizumi a los pies de Bush y un pasaporte cancelado, trajeron a Bobby, nombre infantil, de nuevo a un mundo de guerra real donde él era el enemigo a abatir, mientras Irak empezaba el vertedero que iba a ser, o radicalizaba el montón de mierda por caer… entre las noticias publicitarias de los bombardeos, aparecieron las barbas de un envejecido Ismael tras su naufragio… el Pequod lo había convertido al mismo tiempo en Ahab y en la ballena blanca, un loco racista perseguido por otro loco racista durante el viaje fantástico de un Arthur Gordon Pym que parecía haber llegado a su final…


Pero todavía de su cuello colgaba el albatros, todavía… el barco fantasma pasó y la isla del tesoro vino en su búsqueda… Reykjavic mon amour, jackpot, doble triunfo, y la tierra de los fiordos y la lava le dio una nueva patria en forma de papeles… al año siguiente, Spassky, el soviético ruso francés niño prodigio adulto vencido rival amigo defensor, visitaría a Fisher, el estadounidense héroe renegado desterrado enmascarado antisemita islandés desquiciado, en una comitiva de sombras y recuerdos que sólo traerían un rotundo y presente NO, negación última a volver a jugar y al mundo… silencio…

Sesenta y cuatro años en sesenta y cuatro casillas, un riñón en mal estado, y los telenoticias han vuelto a acordarse de él, a ensalzarlo como si lo conocieran o como si aún fuese 1972… muchos de los que miran la pantalla desconocen el cadáver de la fotografía, pero sienten que empiezan a amarlo desde el preciso momento en que oyen la palabra “genio”, epíteto que repiten sin cesar como si frotaran una lámpara maravillosa y no hablaran de una rabia enorme, desmesurada, esa impotencia sobre lo propio que resiste indescifrablemente ajeno, esos interrogantes indefinibles e irresueltos cuya desazón invisible quema lenta pero irrefrenablemente unas cabecitas de marfil terriblemente mudas…

Rodeados de báculos y cetros que listan cualquier movimiento posible y permisible en una cuadrícula tan cerrada como maniquea, los peones, alentados a seguir con la única promesa de convertirse en reinas al llegar a la última fila, ven cómo la fotografía estática de un jugador como ellos ya muerto entra en el sancta sanctorum de sus vidas a través de la televisión y vislumbran, fugaz e inesperadamente, como un anuncio de cocacola, esencia del espíritu, uno de esos consuntivos interrogantes invisibles en forma de duda completamente luminosa… ¿y si… y si dejara de avanzar? ¿y si retrocediera? ¿y si me asomara al borde del tablero y saltara?


Información e imágenes extraídas de
la edición digital de El País 18-01-2008.

7 comentarios

estigia dijo...

Últimamente tengo miedo del paneta porque hasta los genios están politizados. Por cierto, compañero de aulas y encuentros, ¿me mandas las fotos del treinta y uno de diciembre? Gracias y un beso.

hatsue-san dijo...

Ei!! me gusta mucho más ahora el texto, aunk sea más largo.
Los medios de comunicación y la política le poseyeron, pero siempre le quedó el consuelo de haber jugado con ellos tanto como ellos con él.

Anónimo dijo...

Wow! Lo que me sorprende es que dos personas llegaran a leerse el texto completo! XD

Te mando las fotos, Roser, y gracias por comentar!

Miguel Caulfield dijo...

la verdad es que es, era, suficientemente excéntrico como para convertirse en genio, aunque parece que siempre tuvo miedo a esa partida con Karpov. No para de sorprenderme que muriese con el mismo número de años que cuadros tiene el tablero de ajedrez.

Anónimo dijo...

Casualidades tiene la vida. Y no creo que uno deba ser raro para convertirse en un genio. Espero, vamos.

PD: Tampoco creo que tuviera muchas ganas de perder, por eso no hizo la partida con Karpov.

PD2: Se puede considerar genio a un tipo que era un racista de narices? Es eso que dicen, que los genios aciertan como genios pero se equivocan como cualquiera. Pues eso...

Miguel Caulfield dijo...

hombre, supongo que tener un gran cerebro no implica tener un buen corazon, además, cabrones racistas los hay de todas clases y colores, algunos saben jugar al ajedrez y otros no.

Anónimo dijo...

En eso tienes toda la razón del mundo.