—Y está ahí, ese tipo, Capa, que era un don nadie en el grupo de Hemingway, corresponsal desconocido, y sorprende a todos con sus fotos de la guerra civil… está ahí y lo retrata todo, ese fotógrafo al que no conocía nadie y que saca imágenes que sobrepasan la cercanía de cualquier zoom…
» Un tipo que ni siquiera ofrecía nunca su nombre, Endre Ernö Friedmann, sino el de un fotógrafo norteamericano multimillonario, un potentado ficticio que se había inventado él mismo, como si tuviera miedo a mostrar su nombre real y no a exponer el propio pellejo bajo una lluvia de plomo…
» Cubrió el desembarco en Omaha, ese horrible final de travesía o principio de camino, para que luego le velaran la mayoría de los carretes por los que había sudado sangre… estuvo en la segunda guerra sinojaponesa y en el enfrentamiento árabe-israelí del 48, pero acabó muriendo en Thai Bin, mientras cubría las atrocidades de Indochina, en el 54, por culpa de una maldita mina antipersonas… ¿y a quién coño se le ocurre hacer algo antipersonas? ¿Quién es tan imbécil para tirarse piedras, ya no sobre su propio tejado, sino directas a su carne y sus huesos? ¿Quién?...
» Ese tío, digo, Capa, que murió después de conseguir prestigio por tener los santos o gentiles huevos de estar ahí a riesgo de perder la vida, creó junto a otros dos, unos tal Cartier-Bresson y Seymour, la que fuera la primera cooperativa internacional de fotógrafos independientes, Magnum Photos, como si sus disparos fueran de armas para matar rinocerontes…
» El tío fue una persona que murió donde decidió estar, que no es algo que se pueda decir de muchos, no en casa frente a la pantalla, como la mayoría, sino en mitad de la selva detrás de la cámara, dejando un legado importantísimo basado en el aprendizaje del ver y el hacer ver, una herencia que, cincuenta y ocho años después, va y crece inesperadamente…
» Tres mil negativos, que se dice pronto, llenos de imágenes reveladoras, documentos históricos que fueron de mano en mano, o en una única mano furtiva o fugitiva, hasta acabar en los USA, en posesión de un desconocido para los medios, cosa extrañísima en estos días, una identidad secreta como la de los superhéroes o como la de Capa, alguien que no se fía de nadie pero que no por ello se le podría llamar cobarde…
» Fuga de España a los USA, y de ahí hasta México para, no revivir –pues para eso hay que estar vivo antes y para estar vivo hace falta que los demás lo sepan, que tú lo sepas, no sólo yo; así que no reviven, en realidad salen a la luz, pues un nacimiento es la sorpresa de una novedad, nuevos aires, en este caso, de esos tres mil negativos acerca de algo que pasó en el 39 y de lo que parece difícil hablar…
» Porque mis abuelos lo hicieron alguna vez, hablar de la guerra que vivieron me refiero, pero siempre las lágrimas o la amargura entorpecían el recuerdo ante un olvido que exige presencia, es necesario –quién podría seguir viviendo si no–, imprescindible para los ojos que quieren seguir viendo sin volver a ver los cuerpos caídos, la pérdida, irremediable pero no por ello aceptable, y menos cuando es por culpa de una panda de hijos de puta que no se ensucian las manos…
» Pues eso, entonces llega el bueno de Capa, o su fantasma, en una noticia en el diario hace dos semanas, vuelve y nos regala desde la tumba lo que dicen que vale más que mil palabras, póstumamente pero de nuevo nos da sin pedir nada a cambio toda una memoria visual sin empañar, un testimonio del que estuvo ahí y que puede seguir hablando sin llorar y sin pedir olvidar, una mirada por la que damos gracias o deberíamos darlas porque, en fin, creo que está claro, que no hacen falta más palabras, y que si no lo está para ti, casi mejor que no me sigas escuchando…
—El que no está escuchando eres tú, con toda tu cháchara… hace rato que intento hablarte de Gerda Taro, Gerta Pohorylle, una hija de judíos polacos en Alemania que se fugó a París durante el auge del nazismo para acabar conociendo a Friedmann… de él aprendería el arte de la fotografía y con él acabaría creando, ante la escasez del trabajo –la necesidad aguza el ingenio, ya sabes– la personalidad secreta, que dices tú, de Robert Capa… ambos fueron Capa, ¿entiendes?, aunque fuera él quien luego se quedara con el nombre, saboreando las mieles de un éxito más que merecido…
» Gerda fue corresponsal en la guerra civil y conoció, al igual que él, a Hemingway, a María Teresa León y a Alberti, quien los cita, a los dos, en “La arboleda perdida”, cuyas manos tan inextricablemente juntas sacaban las fotos que no se sabe de quién es cada una en aquella época, uña y carne, hasta separarse… ella fue al frente de Brunete, retratando el horror de la guerra tan cerca como él, jugándose la vida igual que un hombre, como dicen tantos aunque el adjetivo “valiente” no tenga género, con su santo o gentil coño, por volver a usar tu frase… ella también estuvo allí y, entonces, un error del tamaño de un tanque se la llevó por delante durante un maldito ataque aéreo, en 1937…
—Horrible… Pero… pero yo no quería decir que el tal Capa hiciera lo que hizo por ser un hombre, sino por sus narices a la hora de buscar la verdad… y, desde luego, si hubiera sabido lo de Gerda…
—Ese es el problema, que es tanto lo que no sabemos… porque los testimonios de la historia son parciales, nadie puede evitarlo, pero es que el poder encima los manipula en su favor… por eso, cuantos más tengamos, mejor podremos contrastar la verdad… y ahora esto sí que son más que mil palabras…
» Un tipo que ni siquiera ofrecía nunca su nombre, Endre Ernö Friedmann, sino el de un fotógrafo norteamericano multimillonario, un potentado ficticio que se había inventado él mismo, como si tuviera miedo a mostrar su nombre real y no a exponer el propio pellejo bajo una lluvia de plomo…
» Cubrió el desembarco en Omaha, ese horrible final de travesía o principio de camino, para que luego le velaran la mayoría de los carretes por los que había sudado sangre… estuvo en la segunda guerra sinojaponesa y en el enfrentamiento árabe-israelí del 48, pero acabó muriendo en Thai Bin, mientras cubría las atrocidades de Indochina, en el 54, por culpa de una maldita mina antipersonas… ¿y a quién coño se le ocurre hacer algo antipersonas? ¿Quién es tan imbécil para tirarse piedras, ya no sobre su propio tejado, sino directas a su carne y sus huesos? ¿Quién?...
» Ese tío, digo, Capa, que murió después de conseguir prestigio por tener los santos o gentiles huevos de estar ahí a riesgo de perder la vida, creó junto a otros dos, unos tal Cartier-Bresson y Seymour, la que fuera la primera cooperativa internacional de fotógrafos independientes, Magnum Photos, como si sus disparos fueran de armas para matar rinocerontes…
» El tío fue una persona que murió donde decidió estar, que no es algo que se pueda decir de muchos, no en casa frente a la pantalla, como la mayoría, sino en mitad de la selva detrás de la cámara, dejando un legado importantísimo basado en el aprendizaje del ver y el hacer ver, una herencia que, cincuenta y ocho años después, va y crece inesperadamente…
» Tres mil negativos, que se dice pronto, llenos de imágenes reveladoras, documentos históricos que fueron de mano en mano, o en una única mano furtiva o fugitiva, hasta acabar en los USA, en posesión de un desconocido para los medios, cosa extrañísima en estos días, una identidad secreta como la de los superhéroes o como la de Capa, alguien que no se fía de nadie pero que no por ello se le podría llamar cobarde…
» Fuga de España a los USA, y de ahí hasta México para, no revivir –pues para eso hay que estar vivo antes y para estar vivo hace falta que los demás lo sepan, que tú lo sepas, no sólo yo; así que no reviven, en realidad salen a la luz, pues un nacimiento es la sorpresa de una novedad, nuevos aires, en este caso, de esos tres mil negativos acerca de algo que pasó en el 39 y de lo que parece difícil hablar…
» Porque mis abuelos lo hicieron alguna vez, hablar de la guerra que vivieron me refiero, pero siempre las lágrimas o la amargura entorpecían el recuerdo ante un olvido que exige presencia, es necesario –quién podría seguir viviendo si no–, imprescindible para los ojos que quieren seguir viendo sin volver a ver los cuerpos caídos, la pérdida, irremediable pero no por ello aceptable, y menos cuando es por culpa de una panda de hijos de puta que no se ensucian las manos…
» Pues eso, entonces llega el bueno de Capa, o su fantasma, en una noticia en el diario hace dos semanas, vuelve y nos regala desde la tumba lo que dicen que vale más que mil palabras, póstumamente pero de nuevo nos da sin pedir nada a cambio toda una memoria visual sin empañar, un testimonio del que estuvo ahí y que puede seguir hablando sin llorar y sin pedir olvidar, una mirada por la que damos gracias o deberíamos darlas porque, en fin, creo que está claro, que no hacen falta más palabras, y que si no lo está para ti, casi mejor que no me sigas escuchando…
—El que no está escuchando eres tú, con toda tu cháchara… hace rato que intento hablarte de Gerda Taro, Gerta Pohorylle, una hija de judíos polacos en Alemania que se fugó a París durante el auge del nazismo para acabar conociendo a Friedmann… de él aprendería el arte de la fotografía y con él acabaría creando, ante la escasez del trabajo –la necesidad aguza el ingenio, ya sabes– la personalidad secreta, que dices tú, de Robert Capa… ambos fueron Capa, ¿entiendes?, aunque fuera él quien luego se quedara con el nombre, saboreando las mieles de un éxito más que merecido…
» Gerda fue corresponsal en la guerra civil y conoció, al igual que él, a Hemingway, a María Teresa León y a Alberti, quien los cita, a los dos, en “La arboleda perdida”, cuyas manos tan inextricablemente juntas sacaban las fotos que no se sabe de quién es cada una en aquella época, uña y carne, hasta separarse… ella fue al frente de Brunete, retratando el horror de la guerra tan cerca como él, jugándose la vida igual que un hombre, como dicen tantos aunque el adjetivo “valiente” no tenga género, con su santo o gentil coño, por volver a usar tu frase… ella también estuvo allí y, entonces, un error del tamaño de un tanque se la llevó por delante durante un maldito ataque aéreo, en 1937…
—Horrible… Pero… pero yo no quería decir que el tal Capa hiciera lo que hizo por ser un hombre, sino por sus narices a la hora de buscar la verdad… y, desde luego, si hubiera sabido lo de Gerda…
—Ese es el problema, que es tanto lo que no sabemos… porque los testimonios de la historia son parciales, nadie puede evitarlo, pero es que el poder encima los manipula en su favor… por eso, cuantos más tengamos, mejor podremos contrastar la verdad… y ahora esto sí que son más que mil palabras…
12 comentarios
joder, es realmente fascinante, tu texto, la noticia y las fotos.¿Què fotógrafo saca nuevas fotos 57 años después de morir? uno de los más grandes, por narices.
Para mi siempre será el fotografo que consiguió captar la muerte de forma más precisa, capturó el momento exacto en el que un hombre deja el mundo de los vivos, la muerte y la vida a solo un disparo (con todala ambigüedad que acarrea aquí esta palabra). Hablo de la foto 'muerte de un miliciano', como podeis imaginaros...como escarpias, se me ponen los pelos.
Ei, ei. El artículo está muy bien, pero no olvidemos que Robert Capa no es un hombre, sino que fue la creación ficticia que alió al fotografo con Gerda Taro, que murió en el 37 en Espanya cuando el camión en el que iba, despues de retratar el frente del Ebro, chocó con un tanque. No lo olvidemos por favor, pq ella tb se arriesgó y muchas de sus fotos son idénticas o no se sabe de quién son. Que ella muriera antes y él reemprendiera a Capa solo y hiciera otras muy magníficas fotos no le quita mérito a su contribución.
Siempre olvidamos a las mujeres. Por qué?
Vale, acabó de leer que Taro murió en la batalla de Brunete, no en el frente del Ebro. Sorry, iba confundida.
Por cierto, y como sé que soys unos cinéfilos, acabó de leer que Hitchock retrató el romance entre Ingrid Bergman y Capa en La ventana indiscreta.
Quién se apunta a revisionarla?
Vaya, si alguien con la que vivo me lo hubiera dicho antes cuando le comenté de que pensaba escribir sobre Capa... Igualmente, la información aquí sigue siendo igual de buena, además de reflejar cómo es obliterada la figura de la mujer de la historia.
No tenía ni idea de lo que cuentas, y en la entrada de Wikipedia, tanto en la hispánica como en la inglesa, no se menciona a Gerda, aunque existe un artículo sobre ella.
Aquí linko otra página sobre ella, de Mujeres Riot.
Es una pena, sabiendo esto antes, el texto podría haber sido muchísimo más interesante, con una reflexión sobre la identidad y la figura femenina en la historia...
Vale, no me puedo contener, tengo que decirlo: MIERDA!!!
Caulfield, la foto del miliciano está en el segundo link que hay en el texto, que va a un texto anterior donde la inserté.
Un abrazo!
Después del chasco de ayer, alargo el texto, hablando de Gerda y haciendo 1001 palabras, "mas que mil palabras" (el título no cuenta).
Igualmente, insatisfecho como estaba, escribí otro texto que se puede visitar aquí.
Ayer estaba jodio e intranquilo por no hacer algo "completo", y no tenía intención de escribir más de una vez sobre el tema de Capa.
Sigo un poco intranquilo, porque el texto tal vez me gustaría perfeccionarlo más, pero bueno, mejor que antes sí que ha quedado, además de poner una dimensón más sobre la historia de las mujeres y la identidad.
Gracias a Hatsue por su aportación.
Por cierto, en las fotos de Capa hay una foto de Gerda y en las fotos de Gerda hay una foto de Capa, marcando su reciprocidad. Tal vez cambie las fotos, porque la de Capa de Madrid 1936 con las pared agujereada podría ser tal vez de Gerda, por eso que no se sabía bien, bien que las hacía en aquella época en que ambos compartieron el nombre.
Quien pueda portar más información sobre las imágenes, será bien recibido.
Lo siento, del tema expuesto no sé mucho, aunque el texto es muy interesante. Mi aportación va a ser en mi campo: la repelencia, no, es broma: la filología. Es María Teresa León, sin el "de", aunque la comparación me parece súper acertada, además gracias a Dios y a muchos estudiosos de la materia, entre ellos Manuel Aznar, se está recuprando la figura de tan fascinante mujer.
El martes comienzo una de las clases del máster, un monográfico sobre su obra. Ya te contaré!
Un beso
Corregido. Irónicamente y de nuevo, mi mala, desastrosa memoria.
Leí "La libertad en el tejado" en una edición bastante incómoda de Manuel Aznar.
Suprimí una parte, por extensa y porque no venía a cuento, que decía algo así como "María Teresa León, cuando la enfermedad todavía no le había robado descorazonadormanete los recuerdos".
Creo que fue justamente "La libertad..." el libro que le sacó por casualidad a un amigo cuando ya se comportaba como un bebé alzheimerizado. Horrible enfermedad para una atesoradora de memorias.
Para ella también va este post, humildemente.
Muy bonito, porque eso s justo lo desgarrador, que tu mejor obra sean unas memorias que recoge la vida intelectual del momento, no sólo la tuya y que acabes con esa enfermedad de nombre impronunciable y escalofriante.
ahora voy a trabajar con su obra, así que ya te contaré si sale algo interesante.
No me queda más que felicitarte por tus artículos. La primera imágen de Capa me recuerda a Las Hurdes, de Buñuel, intenta visiona la imágen en la que un bravo (toro) sale por la puerta de la casa, una casa normal de esa región de Extremadura... Espero que estés bien. Besos.
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