El final del mundo

En este momento tan marciano de la humanidad, viajamos al planeta rojo... el amartizaje borra todo recuerdo del color verde... parece que por fin se acabó el mundo... aún así, hay gente rearmándolo, plantando palmeras solitarias en mitad de la tierra yerma... ¿esperanza u obstinación?...

sin fuentes de agua dulce, las vides se retuercen en huertos de grava asfáltica... la sed y el océano limitan el mapa en cada uno de sus puntos cardinales... antes de las desalinizadoras, había que transportar la vida en cisternas desde el resto del archipiélago... un entorno hostil, inmisericorde...

y, sin embargo, carreteras, caminos en mitad de un mundo calcinado... orugas blancas, naranjas, en las rutas marcadas... hoteles abandonados, centros comerciales huecos... tristeza y paz, de la mano por el paseo marítimo... el mar ruge contra la costa silenciosa, el viento corre sin obstáculos...

un paraíso donde puedes pisar mierda fresca del día... guiris con mascotas, sin mascarillas ni bolsas para recoger las deposiciones, fuman y tiran sus colillas al suelo, sin saludar, sin despeñarse... incluso ahora que terminó todo, náufragos del último capítulo del libro de la Historia, hay que aguantar esto...

fotos preciosas que no retratan lo que vieron mis ojos... la primera semana fue olvidarse del trabajo, la segunda, recordar que habrá que volver aunque todo se esté desmoronando... desnudos en una playa casi vacía vemos el cuerpo escultural de una mujer junto a la huevada elefántica de su pareja...

miramos al cielo... es de un azul inconcebible... en el firmamento impecable la mente sigue dibujando el enorme escroto del hombre... luego, las nubes, la brisa arreciando, la arena golpeándonos... el trayecto de vuelta de la playa es Hiroshima, la zona de apartamentos es Chernóbil...

hacemos visitas guiadas de punta a punta: el jardín de cactus, el charco de los Clicos, la Geria, el Timanfaya... volcanes hasta donde alcanza la vista... tres siglos atrás, una erupción descomunal arrasó una tercera parte de la isla... duró seis años... y cuando se calmó la tierra, hubo quienes se atrevieron a volver...

nos llevan hasta las galerías subterráneas por donde circuló la lava... las paredes de roca derretida plasman una pesadilla congelada en el tiempo... abrazamos la serenidad sepulcral... leemos en la piscina, leemos en el sofá, escribimos en la cama... el placer absoluto de la escritura...

dos semanas después, cogemos el avión, retrocedemos en el calendario, justo al momento previo a que todo se derrumbe... el verde vuelve a ser un color, no tan brillante como recordábamos... es necesario volver a detener el tiempo, volver a Marte... escribir, escribir, escribir... sin esperanza, con obstinación...

Fotos de Hatsue

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