Todo se resume en un poema de John Donne citado hasta la saciedad y nunca bien aprendido... las campanas de las tres de la tarde señalan el inicio de la pausa, del descanso... hay felicidad en los paréntesis del amor y de la amistad, de los días soleados y las páginas luminosas, cuando nos recuperamos a nosotros mismos y a los demás...
Alrededor, la sordera y el ruido... las monedas cayendo incesantemente sin fronteras y los cuerpos derrumbándose desvanecidos frente a las vallas... los ejecutores se yerguen impasibles gracias al orgullo enaltecido que destila la invención de los mitos, la fuerza atroz que impulsa la quimera de un nosotros enfrentado entre el nos y el otros...
Cegados por las cataratas de la desinformación, nos estancamos en los pantanos... vehementes discusiones de reproche y odio saturan los sentidos y desbordan la razón, alejándonos de la responsabilidad real... el agotamiento y la desorientación nos llevan a dar la espalda... con papeleta o sin ella, preferimos volver al sueño del ausente, alejarnos del estrépito...
Como títeres anestesiados abandonamos, no sólo la voluntad de lucha, sino el recuerdo de lides pasadas, como si el derecho no hubiera sido enderezado con la fuerza de las manos, como si los entuertos se deshicieran solos... de esta ingenuidad compartida, la sorpresa ante el silbido de las balas y el grito de las bombas en el corazón de nuestras ciudades...
Todo esto ha sido construido aquí, y todo ha sido destruido allí... abrazamos sus penas cuando en el costado nos duele una culpa que no se apacigua... pero el dolor cansa, y si uno abre demasiado los ojos ve hasta las alambradas de su cabeza... preferible es cerrar los párpados, echar una siesta... aunque los grillos no cesen, aunque sus alas se conviertan en lenguas de fuego...
Alrededor, la sordera y el ruido... las monedas cayendo incesantemente sin fronteras y los cuerpos derrumbándose desvanecidos frente a las vallas... los ejecutores se yerguen impasibles gracias al orgullo enaltecido que destila la invención de los mitos, la fuerza atroz que impulsa la quimera de un nosotros enfrentado entre el nos y el otros...
Cegados por las cataratas de la desinformación, nos estancamos en los pantanos... vehementes discusiones de reproche y odio saturan los sentidos y desbordan la razón, alejándonos de la responsabilidad real... el agotamiento y la desorientación nos llevan a dar la espalda... con papeleta o sin ella, preferimos volver al sueño del ausente, alejarnos del estrépito...
Como títeres anestesiados abandonamos, no sólo la voluntad de lucha, sino el recuerdo de lides pasadas, como si el derecho no hubiera sido enderezado con la fuerza de las manos, como si los entuertos se deshicieran solos... de esta ingenuidad compartida, la sorpresa ante el silbido de las balas y el grito de las bombas en el corazón de nuestras ciudades...
Todo esto ha sido construido aquí, y todo ha sido destruido allí... abrazamos sus penas cuando en el costado nos duele una culpa que no se apacigua... pero el dolor cansa, y si uno abre demasiado los ojos ve hasta las alambradas de su cabeza... preferible es cerrar los párpados, echar una siesta... aunque los grillos no cesen, aunque sus alas se conviertan en lenguas de fuego...
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