Tal vez el mar, un día, decida tomar la justicia por su cuenta y en un breve impulso, un impulso inimaginable que corte la respiración, se abalance sobre los pastos del planeta como un puño de hielo inmisericorde, precipicio piafante de agua inconmensurable que se desmoronará sobre nuestras cabezas sin piedad ni concesiones…
Tal vez el mar, empapado por la ira, engulla la tierra e inunde las calles de aquéllos que se la han jugado, de aquéllos que han mirado al cielo cuando desconocen la oscuridad de las profundidades, que se han quedado en la superficie como una balsa de aceite sin imaginar que el veneno se extiende y mata también por los bajíos…
Tal vez el mar, en este futuro, no necesite venganza ni la espere, y sólo se deje morir de pena como un perro en un laboratorio de cosméticos o una niña en el sótano de un narco mexicano, y se vaya apagando poco a poco, llama líquida, hasta quedar convertido en un poso negro y maldito que mate las aves de los cielos y alimente los motores de la tierra…
Tal vez el mar, inconsolable, sea culpado aun ese día por todas las olas perdidas que dejaron de llegar a la orilla, por todos los veranos embravecidos y revueltos que no nadamos con su marea de banderas rojas, por todas las vacaciones sucias en las que llenó nuestras pisadas de compresas y condones y algas negras y medusas muertas…
Tal vez el mar, ahogado casi por completo, con sus fosas abisales taponadas por las células de la vida artificial que tan orgullosos abanderamos y modificamos, Manus Dei, se rinda finalmente ante taladros de petróleo y ciudades de devastación, patentes del canibalismo absurdo que van devorando sin remedio nuestro tiempo y nuestro espacio y nuestros cuerpos…
Tal vez el mar, entonces, sin decir nada ni nada más, en silencio, se repliegue sobre sí, se deslice hacia el horizonte, se aleje, y la tierra quede desnuda y gris como la mano de ceniza de un niño, quebradiza como un trozo de madera calcinada que parece entero pero que, en realidad, se parte entre los dedos con sólo tocarlo…
y se convierte en polvo…
y desaparece…
Tal vez…
Tal vez el mar, empapado por la ira, engulla la tierra e inunde las calles de aquéllos que se la han jugado, de aquéllos que han mirado al cielo cuando desconocen la oscuridad de las profundidades, que se han quedado en la superficie como una balsa de aceite sin imaginar que el veneno se extiende y mata también por los bajíos…
Tal vez el mar, en este futuro, no necesite venganza ni la espere, y sólo se deje morir de pena como un perro en un laboratorio de cosméticos o una niña en el sótano de un narco mexicano, y se vaya apagando poco a poco, llama líquida, hasta quedar convertido en un poso negro y maldito que mate las aves de los cielos y alimente los motores de la tierra…
Tal vez el mar, inconsolable, sea culpado aun ese día por todas las olas perdidas que dejaron de llegar a la orilla, por todos los veranos embravecidos y revueltos que no nadamos con su marea de banderas rojas, por todas las vacaciones sucias en las que llenó nuestras pisadas de compresas y condones y algas negras y medusas muertas…
Tal vez el mar, ahogado casi por completo, con sus fosas abisales taponadas por las células de la vida artificial que tan orgullosos abanderamos y modificamos, Manus Dei, se rinda finalmente ante taladros de petróleo y ciudades de devastación, patentes del canibalismo absurdo que van devorando sin remedio nuestro tiempo y nuestro espacio y nuestros cuerpos…
Tal vez el mar, entonces, sin decir nada ni nada más, en silencio, se repliegue sobre sí, se deslice hacia el horizonte, se aleje, y la tierra quede desnuda y gris como la mano de ceniza de un niño, quebradiza como un trozo de madera calcinada que parece entero pero que, en realidad, se parte entre los dedos con sólo tocarlo…
y se convierte en polvo…
y desaparece…
Tal vez…