Dos años (con T de tiempo)

Los calendarios que pasan, los relojes que giran y que a veces, imprevisiblemente, saltan días enteros, las sombras de los campanarios que crecen y lo cubren todo y después desaparecen…

Con la voluptuosidad lenta y cálida de las formas perfiladas en una inmensa lámpara de lava, nuestros cuerpos, en la cama, duermen… las precipitaciones bárbaras de fuego sobre las templadas aguas de algún lago de montaña profundo, azul y sereno, ya no están… surgen, en su lugar, impulsos, embates armados, apretándonos contra las paredes del hogar…

Vivir, vivir juntos, esa mansedumbre de horas los dos, compartidas, donde nos aburrimos y hablamos, donde nos soportamos y nos necesitamos en conversaciones que cada vez golpean más puntos en común, donde las palabras y la moderación acaban solidificándose y la calma silenciosa suplica tormentas… ira, reproches que sólo piden reconciliaciones, luchar contra esa parte de uno que ya no es otro, ser bicéfalo, hacer las paces con la otra mitad o exiliarse cada uno en un hemisferio diferente, no mirarse hasta el amanecer del día siguiente, silenciar o aceptar o tragarse el orgullo…

Abrazarse, preguntarse por qué, tener ahora qué decir, reencontrarse de nuevo bajo la silueta umbría del torreón, detenidos en su ácrono silencio donde nadie nos ve… besarnos, hacer el amor en la soflama del fuego lento y paciente que nos quema… cogerse de la mano, volver a casa juntos…


La culpa es del mar

¿Sabes, David? Tu padre era un buen marino.
Pero… el mar es así… es más fuerte que los hombres.

Siempre pasa lo mismo: el mar se desborda y se construyen diques más altos, pero no se detienen las obras de los chalés a pie de costa…

El Gobierno británico proyecta construir tres mega prisiones (jumbo jails) para poder abastecer el futuro mercado de piel carcelaria en Inglaterra…

Las calles se llenan con más cámaras, que graban doscientas veces a cualquier ciudadano que cruza las calles… los carteles policiales y las parejas de guardias ridículamente elegantes se multiplican, las advertencias de peligro, las sospechas acerca de tu vecino, de tu hija, del asiento contiguo vacío, de tu lado derecho sobre el siniestro… las manos agarrotadas, entumecidas, de tanto aferrar una maleta llena de aire…

Gastar el dinero de los impuestos en mazmorras de diez mil almas, olvidando los barrios sin bibliotecas y las bocas con hambre, borrando el paro y los callejones sin farolas, obliterando los problemas reales que llevan un gramo de cocaína a no ser una diversión más sino una vía de escape al espacio del que nunca se vuelve indemne…

Un setenta por ciento de los presos llega con problemas de drogas, del cual un ochenta por ciento nunca ha recibido un tratamiento de cura para su desintoxicación… el ochenta y dos por ciento no sabe leer mejor que un niño de once años y el ochenta y cinco por ciento de los jóvenes entre dieciséis y veinte años posee indicios de desorden de la personalidad… dos mil cuatrocientos cuarenta y un adolescentes de entre quince y diecisiete años detrás de las rejas y diecisiete mil setecientos, el número de hijos separados de su madre por encarcelamiento… doce mil doscientos setenta y cinco personas de minorías étnicas… un chico de catorce años, el más joven en cometer suicidio bajo custodia… la media británica de ciento cuarenta y ocho presos por cada cien mil habitantes asusta frente a los ochenta y cinco y noventa y tres de Francia y Alemania…

Catedrales ciclópeas dedicadas al confinamiento de pulmones, cajas que respiran y se sobreviven entre muros de lamentos invisibles, violadas y narcotizadas bajo la ley del más fuerte, carne de un paredón que les llena el cuerpo de un plomo que se diluye en su sangre con la velocidad de eones mitológicos…

Mujeres y hombres y niños y niñas que años o décadas después verán la luz de un sol que no reconocen ni les reconoce, números a la izquierda de la balanza, formularios de trabajo que, por mor de una protocolaria igualdad de oportunidades, exigen sus fichas policiales, su raza y su religión… ni raza ni religión ni vida… figuras vacías en el objetivo de las cámaras, doscientas veces cada día…

y el mar se desborda…


Información extraída del artículo de Nigel Morris
para The Independent, 06/12/2007

Viajar

Dicen que viajar es ver mundo… pero viajar es ver EL mundo…

No es ver nuevas tierras, nuevas fronteras, nuevas culturas (todo es un continuum mutante y disforme de cambios imposibles de seguir, todos los fuegos el fuego, todos los mares el mar), sino despertar un día y descubrir que nada se ajusta a las propias ideas, y tener que volver a reconocer el entorno, a saber dónde se vive, cómo se respira…

La cotidianidad del hogar, los ojos aburridos de mirar las mismas paredes y los mismos errores, hacen imposible marcar las incoherencias de un código fuente que provoca reiterados fallos de programa, cuadros de alerta y pantallas en negro… un sistema que se cae pero que no se derrumba… porque nos aguanta…

Hay que encontrar lo nuevo en las nuevas calles, aunque sean las de siempre; en los nuevos árboles, en los nuevos edificios, en las nuevas caras… se debe chocar contra frases incomprensibles, contra las señales ocultas, contra los textos legales del espacio… inhalar lo ajeno y sentirse destrozado por ello, abrasado por dentro, carbonizado, casi derrotado… casi…

Todo resulta ser ajeno, hasta la costumbre, hasta el cuerpo, hasta el nombre, y se vislumbra que nadie ha ido a ninguna otra parte por mucho que haya caminado… todo sigue siendo lo mismo, pero la senda ahora está visible en algunos tramos, desvíos, atajos, baches, que la maleza empieza a ocultar tan pronto como las pupilas se vuelven a relajar…

Hace falta distanciarse para verse mejor… a ningún sitio, pero que sea lejos…