Ser acusado de algo por la autoridad te deja impedido durante todo el proceso; resentido y marcado después…
De la misma manera que la atracción gravitatoria te fija los pies al suelo –y por mucho que saltes siempre acabarás abajo–, las fuerzas del orden te anclan a su verdad. Se basan en los hechos objetivos, que son su visión sobre su visión de los mismos. Utilizan un discurso cerrado seco y cortés –es decir, correcto– revestido de una apariencia lógica, logiquísima, que impide escapar de él. En su rectitud e impostada afabilidad, se encuentra el veneno del turno de palabra: si hablan, no se las puede interrumpir porque hay que saber guardar las formas para posibilitar el diálogo, mientras que si la vez pertenece al inculpado, sí que puede ser cortado por ellas –siempre con educación, claro. Este desequilibrio desvirtúa la esencia misma del presunto respeto a la hora de conversar, de la equidad entre ambas partes, dejando a los dos interlocutores convertidos en un inquisidor y un interrogado. Y es entonces cuando no se puede hacer nada. Si has cometido un error o no, si lo has llevado a cabo intencionadamente o no, si hay razones para actuar de esta y no de otra manera, son condiciones que no atenúan lo ocurrido: LO HAS HECHO, y lo has hecho EN CONTRA DE LA LEY…
Es un juego al que no tienes opción de decir que no: o participas siguiendo las reglas, o te quedas todos los turnos que les de la gana sin tirar en prisión…
Pero, ¿y si uno cae en la muerte? ¿Acaso vuelve a empezar?
En 1945 … cayó la bomba y se estableció un Supersistema … Un Supersistema legitimador de que se había alcanzado el cenit de la imposibilidad de la Dialéctica … Ya no se partiría del ejercicio de una voluntad mensurable con la medida humana, se partiría de la lógica del Supersistema. Una lógica basada en el cálculo de probabilidades de mutua destrucción … Pronto ya no estuvo en juego el equilibrio entre dos concepciones de la Historia y el Hombre, sino entre dos sistemas …
En cuanto pudo, la burguesía convirtió la Razón en Diosa ... fue la burguesía quien descubrió el papel protector de la represión, porque era el primer sector dominante consciente de la fragilidad de su dominio… Era una conciencia lúdica de que el poder es el privilegio supremo … y que sólo una defensa racional de la hegemonía podría perpetuar la eternidad de todo un sistema lógico de control de la Historia … La libertad burguesa era la gran y última categoría moral al alcance del Homo Sapiens, una vez consumado el tríptico fatal del esclavismo, el feudalismo y el liberalismo. La nueva clase triunfante estaba en condiciones de fijar toda clase de condiciones para asimilar los antagonismos, para convertir la ley dialéctica del conflicto en la ley dinámica de la competición … Dentro de un estado de Derecho, este mismo se convertía en un árbitro comprado … Primero intentó acorralar al equipo rival … Después comprendió que lo importante, la clave de la supervivencia de la lógica , de una racionalidad determinada, estriba en que sus trucos racionales sean aceptados por el antagonista.