Ciudadano Köln


en el aeropuerto les esperaba el hombre impuntual porque le habían dicho que llegarían media hora antes…

era el mismo, parecía el mismo de la otra vez

sin embargo, la vez anterior ya era otro…

era un cambio constante, imperceptible, como el crecimiento de una planta o el movimiento de los corales…

una metamorfosis que podía percibirse repentinamente en novedades fastuosas, como su estrenada obsesión por la limpieza o la relajante afición de correr en mitad de la noche, pero que se hacía evidente, sin duda alguna, en los pequeños detalles, en el cambio de vestuario, el abrigo recién estrenado, los jerséis de colores, las botas con cordones, o en su nuevo estado civil, anímico, territorial, independizado y envuelto en una felicidad biselada y traslúcida, algo azul, algo metálica, rodeado ahora por palabras luengas como muros de guerra y años de escisión (y el remordimiento y la vergüenza) entremezcladas con las coletillas de su primer compañero de piso y emponzoñadas con la incursión peligrosa de una interjección malsonante que le provocaba el tercero en discordia con el que convivía, quien lo martirizaba dejando pequeños rastros de comida en cada plato lavado, en cada taza, en cada asa, en cada minúscula púa de cada microscópico tenedor…

eran cambios tan diminutos como preguntar la manera de llegar a Rosenplatz, en lugar de Rudolfplatz, o intentar saber el tranvía que llevaba a Köhl Post cuando el nombre de la parada era Kalk Post, variaciones que convierten los lugares comunes en parajes ajenos que ningún autóctono podía facilitarles y que, no obstante, habían pisado cientos de miles de veces…

era una cadena continua de transformaciones inapreciables que acababan explotando en súbitas contradicciones y extrañamientos…

es decir, era la vida…

es decir, no era la muerte, ese salto abrupto, descomunal, estragador y definitivo para el que no existe mutación alguna…

se vieron, se abrazaron, se rieron, se gritaron, se enfadaron, se reconciliaron, se cansaron, se perdieron, se retrasaron, se adelantaron, se despidieron con un “hasta luego” y se distanciaron…

el avión tomó aire, el avión tomó tierra…

y todo seguía igual…

Rosenplatz

4 comentarios

Anónimo dijo...

¡¡¡ P L I S K A !!!

Anónimo dijo...

Sabes que el Kohl es el lápiz negro de ojos? XDDD

Yo lo que nunca olvidaré es Palm Street...

Pliska, pliska!

XDDD

Pd: Hoy he visto a los primos de dusseldorf i el parque de Brühl se llama fantasieland. O eso he entendido yo, pq hablar bajo en un restaurante español es torturar a tu partenere. En fin XDDD

Anónimo dijo...

Gracias por hacerme volver a revivir los días que pase en Colonia, Dortmund y Bonn. A pesar de que disfruté, mi recuerdo onírico procede de Mastrich y esos locales llamados cofee-shop, donde el tiempo pasa muy despacio y la tristeza rebota en sus paredes.

Anónimo dijo...

En los coffee-shop se vende café, no... ? xDD vaya vaya con los poetas, que tienen que ir a buscar la inspiración a los países bajísimos.