Instrumentalización de la esperanza y el miedo
Los atentados de Barcelona sacaron a relucir, nuevamente y en grado extremo, el uso descarado y nauseabundo de cualquier suceso, por trágico que sea, con fines partidistas y políticos... La gente murió porque, a la sombra del mundo iluminado por los focos en el que vivimos, se financia la miseria y el odio... Los trajes venden a las cámaras lo contrario que comercian con sus actos diarios...
El fin justifica a los medios, que se han olvidado de cómo escribir "deontología" sin faltas de cualquier tipo, obendientes perros a cambio de cuatro perras... Pusieron el piloto automático en los canales de veinticuatro horas repitiendo sin cesar lo mismo, muchas veces falso y sin contrastar, para luego encender las máquinas de lodo para arrojar aquello que parece barro pero huele distinto...
En la sociedad de la información, quien quiere mantenerse sano mentalmente debe alejarse del bombardeo de datos, inútiles por hueros, sin huevos ni análisis, meros salvapantallas frenéticos para evitar el grabado permanente en las neuronas... sólo queda una sensación de aturdimiento, la incapacidad de pensar, la ejecución ciega...
El Gobierno, con su actuación y su actitud, se lo puso en bandeja al Govern... parece que ante el "problema catalán", las meteduras de pata y el desprecio son la hoja de ruta... "os queremos, pero vais a hacer lo que digan nuestros santos cojones"... ¿puede algún partido haber sumado más en la causa independentista que los populares?... Ni la izquierda española ha sabido manejarlo...
De cabeza al 1-O (¡uh, oh!), después de tanto tiempo, seguimos teniendo que votar Sí o No a un proyecto de país sin proyectar... cada uno puede plasmar la idea que anhele sin que nunca llegue a acontecer como tal o, incluso, sin que pueda dejar de ser lo mismo que rehúye... una república no tiene por qué tener garantizadas ni la sanidad ni la enseñanza públicas...
Se vende una imagen impoluta de Catalunya, una tierra de acogida donde nunca se ha grafiteado "Antes marcianos que murcianos" ni "33" (Catalunya Catalana), ni se han proferido insultos como "charnego" o "moro de mierda"... Catalunya no está centralizada, los auténticos catalanes son honestos y progresistas, pues ni Pujol ni Vidal-Quadras nos representan, y lo de Llach fue un desliz...
El que no quiere la independencia es españolista y de derechas, o directamente facha... el que duda es, en realidad, un represor reprimido que no asume su verdadera condición... pero de la publicitada aceptación de todo y todos se ha desembocado en el eterno maniqueísmo tan cainita y español del conmigo o contra mí, de sigues adelante con nuestras condiciones o te quedas en la cuneta...
Para el resto del estado, el que quiere el referéndum es un separatista e insolidario, sin preguntarse acaso de dónde viene todo esto, o de si no hubiera estado bien poder decidir si queríamos otro rey después del recibido durante el pack democrático del 75... negar la realidad de conflicto no va a hacer una, grande y libre por mucho que vaya acorde con los tiempos de "Una, Grande y Libre"...
La infructuosidad de las circunvalaciones a la hora de abordar el problema, mareando la perdiz en la anfractuosidad de las circunvoluciones de córtex de la ciudadanía sin cruzar una sola sinapsis, ha dado sus frutos en los corazones de una población afectada emocionalmente por el asunto, arrebatada más por sentimientos crudos que por derechos bien cocinados...
A estas alturas poco se les puede decir a los impulsores de la votación del uno de octubre... el ahora o nunca está de su lado tras el inmovilismo y el nulo diálogo del Gobierno, que escurriendo el bulto les ha dejado el timón... pareciera que quisiesen darle la razón a los conspiranoicos que creen que un acto así sería la excusa perfecta para poder probar la próxima remesa con destino a tierras saudíes...
A[co]gotados
Volvemos a casa exánimes, sin energía, dirigidos por un soplo vital que ni nos infla ni menos nos inflama, que nos empuja como el viento arrastra las hojas blancas y sucias de los anuncios urgentes de “Compro Piso. Llámeme” o los pedazos de un boleto de lotería sin premio…
Llegamos al hogar, como renqueantes zombis de mente anulada, como presas lívidas y torpes de vampiros corporativos, víctimas del engaño del tiempo que nos vendieron los hombres grises, desvalijados de tantas horas y de tanta luz, días y horas entregados a voluntad a una sociedad que los devora sin intención de devolverlos ni tan siquiera regurgitados...
El sol brilla más y mejor desde el lado interior de la ventana de la oficina, o a través del ventanuco de la fábrica… los fines de semana son grises, o luminosos, qué más da… el descanso es necesario… no hay que sentirse mal, ya lo dice la prensa de conciencias: “No salir de casa en todo el fin de semana rebaja la ansiedad e ilumina la mente”...
Y fuera el ruido, el ruido, el ruido,... en casa, a través de las paredes, apaciguados por los muros, como lamentos de un pozo, nos llegan algunos gritos del exterior… la medianía de los medios los describen sin entereza, completamente totalitaristas, adscritos al discurso absolutista único, infectando no sólo la televisión, sino propagándose como glioblastoma por las redes...
Nos sentimos débiles, queremos que nos dejen en paz… ¿Para qué?... Si lo que queríamos hacer nos exige demasiado… hay que refugiarse en acciones más sencillas, más nimias, cada vez más pequeños, más menguados... la intelectualidad indignada crece frente al auge de los fast-food, pero ninguno se enfurece con la falta de efectivo y de minutos para alimentarse...
Rechazamos la agitación en las calles pero no la inmovilización de nuestros salarios… queremos ahorrarnos tener que pensar consignas, o caminar, o levantar el puño, o sentarnos en una incómoda plaza de cemento… nos convertimos así en consumidores consumidos, agotados y acogotados, timoratos de una timocracia piafante...
Y aunque nadie es inocente, hay unos culpables… Está quien comete el fatídico error de dar la espalda al movimiento social, quien comete la estupidez de pensar que eso no va con él, quien cree que todo semejante exigiendo más que él es codicioso, sin ver que en la cúspide de la estafa piramidal demográfica no le espera una jubilación sino un plan de pensiones bancario pagado por sí mismo...
Los ciegos, o los cegados, apenas pueden sopesar lo que les viene encima… pero aunque agravante, son consecuencia del problema… el motor, ya está dicho, por Ende, son los hombres grises, quienes disponen de todo el tiempo y dinero del mundo (literalmente) y lo encierran en sus paradisíacas cajas fuertes y en sus discos duros fumigados con extintores...
Hay una carroña que se cree decente, por utilizar sus términos, y justifican la injusticia de sus actos a base de ajusticiamientos injustificables, pensando que el orden nunca desordenará sus vidas, porque están del lado bueno del río donde crecen los billetes más verdes, donde su bucólica vida y su falta de empatía pacen felizmente con serenidad y regalías…
Pero llegará el día en que empiece una sequía sin fin y la corriente deje de nutrir la tierra… Entonces, deberán rezarle a sus vírgenes por que la ciencia haya por fin llegado a Marte, pues no habrá ni una gota para ellos… enfrente, sólo habrá una inabarcable montaña de babosas inmóviles, sin fuerzas para ponerse en pie...
ni tan siquiera para arrastrarse...
Llegamos al hogar, como renqueantes zombis de mente anulada, como presas lívidas y torpes de vampiros corporativos, víctimas del engaño del tiempo que nos vendieron los hombres grises, desvalijados de tantas horas y de tanta luz, días y horas entregados a voluntad a una sociedad que los devora sin intención de devolverlos ni tan siquiera regurgitados...
El sol brilla más y mejor desde el lado interior de la ventana de la oficina, o a través del ventanuco de la fábrica… los fines de semana son grises, o luminosos, qué más da… el descanso es necesario… no hay que sentirse mal, ya lo dice la prensa de conciencias: “No salir de casa en todo el fin de semana rebaja la ansiedad e ilumina la mente”...
Y fuera el ruido, el ruido, el ruido,... en casa, a través de las paredes, apaciguados por los muros, como lamentos de un pozo, nos llegan algunos gritos del exterior… la medianía de los medios los describen sin entereza, completamente totalitaristas, adscritos al discurso absolutista único, infectando no sólo la televisión, sino propagándose como glioblastoma por las redes...
Nos sentimos débiles, queremos que nos dejen en paz… ¿Para qué?... Si lo que queríamos hacer nos exige demasiado… hay que refugiarse en acciones más sencillas, más nimias, cada vez más pequeños, más menguados... la intelectualidad indignada crece frente al auge de los fast-food, pero ninguno se enfurece con la falta de efectivo y de minutos para alimentarse...
Rechazamos la agitación en las calles pero no la inmovilización de nuestros salarios… queremos ahorrarnos tener que pensar consignas, o caminar, o levantar el puño, o sentarnos en una incómoda plaza de cemento… nos convertimos así en consumidores consumidos, agotados y acogotados, timoratos de una timocracia piafante...
Y aunque nadie es inocente, hay unos culpables… Está quien comete el fatídico error de dar la espalda al movimiento social, quien comete la estupidez de pensar que eso no va con él, quien cree que todo semejante exigiendo más que él es codicioso, sin ver que en la cúspide de la estafa piramidal demográfica no le espera una jubilación sino un plan de pensiones bancario pagado por sí mismo...
Los ciegos, o los cegados, apenas pueden sopesar lo que les viene encima… pero aunque agravante, son consecuencia del problema… el motor, ya está dicho, por Ende, son los hombres grises, quienes disponen de todo el tiempo y dinero del mundo (literalmente) y lo encierran en sus paradisíacas cajas fuertes y en sus discos duros fumigados con extintores...
Hay una carroña que se cree decente, por utilizar sus términos, y justifican la injusticia de sus actos a base de ajusticiamientos injustificables, pensando que el orden nunca desordenará sus vidas, porque están del lado bueno del río donde crecen los billetes más verdes, donde su bucólica vida y su falta de empatía pacen felizmente con serenidad y regalías…
Pero llegará el día en que empiece una sequía sin fin y la corriente deje de nutrir la tierra… Entonces, deberán rezarle a sus vírgenes por que la ciencia haya por fin llegado a Marte, pues no habrá ni una gota para ellos… enfrente, sólo habrá una inabarcable montaña de babosas inmóviles, sin fuerzas para ponerse en pie...
ni tan siquiera para arrastrarse...
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