Mucha gente concentrada pero cuando toca mover los pies, como pedestal de estatua, muchos se quedan fijados al suelo... la marcha avanza y tantos que miran o fotografían desde la barrera con sus teléfonos de última generación... como si fuera cinco de enero y esperaran la lluvia de caramelos, olvidando las pedradas de cada año, a traición, de los reyes desde sus carrozas...
Esa reacción absurda de no ir a trabajar, de bajar a la calle a la hora señalada y, en el momento de la verdad, quedarse quieto mirando el desfile, a verlas pasar... esa actitud gargólica, grotesca, de contemplarlo todo desde los balcones, apoyados puede que de manera indolente sobre la baranda, puede que cuchicheando, como si desde abajo y desde la algarabía alguien pudiera oírles, como si acaso sus palabras fueran de interés o sirvieran de algo...
Esa posición deleznable de los maniquíes de carne tras los aparadores hipócritas con las persianas "a media asta", con esa pena de defunción por las ventas e ingresos de un día que en realidad se pierden con el objetivo del provecho ulterior... los delfines son capaces de verlo, concluye un experimento... muñecos con justificaciones más cobardes que sensatas, con esa confusión pocha entre el derecho al trabajo y el derecho a trabajar, con esa crisis de identidad entre el autómata y el autónomo...
Esa postura pornográfica, de kamasutra escatológico y nauseabundo, de salir a la palestra con los dos cojones casi reventando las perneras del pantalón (que no se rompe porque el traje tiene buena tela) a decir que el dinero que cuesta una huelga general serviría para paliar los desahucios, desalojos que no se han replanteado hasta que Amaia Egaña, ex concejal socialista, se ha matado tirándose por la ventana de la casa de donde la iban a eyectar...
Dando la puntilla, finalmente, esa determinación gilipollas, entre tantos frentes de disidencia y ataques gubernamentales y mediáticos, de los organizadores de las distintas manifestaciones a no unirse, negándose a masificar la denuncia con diferentes banderas y siglas y proclamas, manteniendo las distancias como si la ideología estuviera hecha de espacio... y así desvíos y mareos para acabar en ese mismo punto donde los otros, que siempre somos nosotros mismos, han desaparecido ya...
Entre la resta y la división, la suma y la multiplicación, en un nuevo y vano intento por ser innúmeras, han recorrido innumerables las calles hoy, donde las cuentas como siempre no han salido y el descuadre entre sindicatos y policía ha sido tan grande que casi parece que lo hayan realizado banqueros especializados... ellos, que ni posan ni fingen, que se limitan a ver sus réditos y sonreír...
Esa reacción absurda de no ir a trabajar, de bajar a la calle a la hora señalada y, en el momento de la verdad, quedarse quieto mirando el desfile, a verlas pasar... esa actitud gargólica, grotesca, de contemplarlo todo desde los balcones, apoyados puede que de manera indolente sobre la baranda, puede que cuchicheando, como si desde abajo y desde la algarabía alguien pudiera oírles, como si acaso sus palabras fueran de interés o sirvieran de algo...
Esa posición deleznable de los maniquíes de carne tras los aparadores hipócritas con las persianas "a media asta", con esa pena de defunción por las ventas e ingresos de un día que en realidad se pierden con el objetivo del provecho ulterior... los delfines son capaces de verlo, concluye un experimento... muñecos con justificaciones más cobardes que sensatas, con esa confusión pocha entre el derecho al trabajo y el derecho a trabajar, con esa crisis de identidad entre el autómata y el autónomo...
Esa postura pornográfica, de kamasutra escatológico y nauseabundo, de salir a la palestra con los dos cojones casi reventando las perneras del pantalón (que no se rompe porque el traje tiene buena tela) a decir que el dinero que cuesta una huelga general serviría para paliar los desahucios, desalojos que no se han replanteado hasta que Amaia Egaña, ex concejal socialista, se ha matado tirándose por la ventana de la casa de donde la iban a eyectar...
Dando la puntilla, finalmente, esa determinación gilipollas, entre tantos frentes de disidencia y ataques gubernamentales y mediáticos, de los organizadores de las distintas manifestaciones a no unirse, negándose a masificar la denuncia con diferentes banderas y siglas y proclamas, manteniendo las distancias como si la ideología estuviera hecha de espacio... y así desvíos y mareos para acabar en ese mismo punto donde los otros, que siempre somos nosotros mismos, han desaparecido ya...
Entre la resta y la división, la suma y la multiplicación, en un nuevo y vano intento por ser innúmeras, han recorrido innumerables las calles hoy, donde las cuentas como siempre no han salido y el descuadre entre sindicatos y policía ha sido tan grande que casi parece que lo hayan realizado banqueros especializados... ellos, que ni posan ni fingen, que se limitan a ver sus réditos y sonreír...