El alma zen

Si no le gusta y tantas quejas tiene, que se vaya y deje el trabajo.
Un trabajador corporativo hablando de otro trabajador corporativo

Se centra en su respiración, olvidar lo que le envuelve, no coger nada, permitir que todo fluya... la cinta corre mansamente con paquetes de distintas medidas... los deja pasar imbuido en su meditación... no retener, focalizarse en la respiración, inspirar, exp espirar... el murmullo de los tambores, redoble a la monotonía de fondo como eco lejano pero a dos dedos de distancia, hace avanzar la cinta con su mercancía, que entra y sale de la nave interempresarial sin que nadie la toque: no guardar, evitar cualquier lastre, inspirar...

Se centra en su respiración y ahora cajas enormes se suceden, más que nunca, grandes como el compartimento de salida, como masa y molde, pieza y puzle... un ligero desvío, imperceptible, hace que la carga golpee en el ángulo superior izquierdo, que haya desequilibrio, que se tumbe, que salga del carril, que no siga el recorrido marcado, que no pueda salir, que se quede ahí como un soldado caído mientras sigue el avance perpetuo de botas, de ruedas, de inspiración y esp expiración, un-dos, un-dos...

Se centra en el vaivén de su diafragma, de su caja torácica, en sus pulmones que se ensanchan y se encogen, se llenan de aire y languidecen, inflarse, vaporizarse... el paquete caído roza con su esquina superior derecha ligeramente la superficie de la cinta que sufre un leve enganche que frena durante apenas una milésima el movimiento constante uniforme de una fórmula que incluye una constante grecolatina que modifica la posición que cambia la trayectoria de uno de los elementos que vuelca cajas y cajas que caen y caen (aritmética mente) al no ajustarse al conducto de escape...

Se concentra en su inspiración divina, no en la desesperación terrena, exterior donde los paquetes se amontonan lenta pero inevitablemente sin hacer nada, absorbido en ese aire viciado que expele y traga y eructa y devuelve a sus cavidades profundas con anhelo de nirvana exprés haciendo caso omiso a circunstancia alguna como el galopar de la cinta sobre los tambores de guerra o las alarmas que saltan sobre las secciones inundadas progresivamente por bultos de tamaños monstruosos, con destinatarios nunca receptores o remitentes jamás satisfechos que habrán pagado y se quejarán o gritarán en millones de ventanillas de atención al cliente tan abandonados en su clamor colectivo como ahogados bajo el ruido de motores y turbinas y dinamos y pistones y...

solosolosolosolosolosolo resuenan en los tímpanos las cadenas del montaje, los engranajes sociales, la producción desbocada incapaz de salir de su nave horrible, incapaz de saber qué hace, ovni solitario e imbrújulo que surca cual estrella fugaz el cielo en un Om prolongado pero no infinito, nota monosílaba e impronunciable en un ómnibus cuya extinción irremediable no encontrará espejo para su última luz... la entropía, mientras tanto, sigue ganando cuota de mercado...


Somos nosotros


Hecho un Cristo sobre la camilla, las venas escondidas, las agujas que entran una y otra vez en la piel púrpura, las hematomas que crecen, la sangre que fluye y una muerte que se aleja, una espera que crece y un hombre gigante que llora...

Rommel Broom, en la sala de ejecución, sufriendo brutalmente una pena que no llega, que se demora entre terribles dolores... la enfermera que sale, que no se encuentra bien, partícipe de un asesinato amparado por la ley, mientras su compañero prosigue...

Narrado de manera tan desapasionada como incómoda, punto por punto, se lista la cotidianidad del final: "tomé siete tazas de café, cinco tazas de agua y tres tazas de Kool-Aid", "me desperté, me duché y hablé con mi hermano por teléfono", "después entraron dos enfermeros que me dijeron que me tumbase"...

El funcionario de prisiones ayudando al practicante a intentar encontrar la vena mientras le da golpecitos en el hombro al condenado para tranquilizarlo... relájese, relájese... lo masacran a punzadas, un colador negro con brazos piernas boca respiración mirada mirada ojos ojos pulmones...

Tryna Middleton el 21 de septiembre de 1984 desapareciendo y apareciendo violada y apuñalada, su cuerpo tirado como basura, semen, grupo sanguíneo B, Rommel señalado por los compañeros de la chica de catorce años en la rueda policial de reconocimiento, sentencia, cárcel...

Alfileres como cuchilladas, espejos de sangre y de miedo, naturaleza brutal, sociedad civilizada, niñas que mueren y hombre que matan, guillotinas y más guillotinas en un mar brutal de balanzas vendadas que se yerguen con esa queda pasividad que nos acompaña al abrir un periódico cada mañana y degustar un café con el horror...

Sí, somos nosotros...