V. Decapitulación

i) La Traductora todavía está alucinada por lo sucedido… Un auténtico folletín policÍaco en su propia casa… Se pregunta si ha sido real y entonces nota el peso de la realidad entre sus brazos… el gato se agita y se tira al suelo… Lo lavará, lo vacunará, le pondrá un collar antipulgas, le pondrá el nombre de Nekochán, que es “gatito” en japonés… Lo mira caminar… Se imagina poniéndole ropa fingida… jerseicitos, patucos… ¿los gatos aguantarán que los vistan?... no son perros… se lo imagina la mar de mono, con unas zapatillas Victoria…

ii) La Lomógrafa ha comenzado a ir sola a las discotecas… sigue sin poder dormir… bajo la música ensordecedora y los cañones de luces de colores camina hasta los rincones, donde se dedica a llorar sin cesar… nadie la ve nunca… sin embargo, una vez, una chica, rubia, pelo corto, ojos hielo, tirantes blancos, tejanos, muy simpática, le dice su nombre, que sus amigos la llaman Vicky y que ella también puede hacerlo, si quiere, que la ha visto venir a menudo, que le gusta el pop decadente, el arte, los museos interminables, el silencio, las mujeres, follar… la Lomógrafa la mira sin poder creer lo que siente dentro del pecho, acerca sus labios al oído de ella y, con toda la sinceridad del mundo de la que es capaz, enuncia: “Adiós, Victoria”….

iii) Dedé David (dedé déivid) sufrió una desilusión enorme al conocer a cK… no sintió nada, ese loco no era nada para él, una mera coincidencia… incluso descubrió que la Traductora y él habían hablado a través del chat, y que ella le había pasado la dirección de la página misteriosa… la bitácora era del Filólogo... sin embargo, después de correr a conversar con él, sólo encontró una página ñoña con cuentos pseudoliterarios, curiosidades de libro y frikadas lingüísticas… esa no era más que una triste y aburrida página personal y onanista… Nadie quiso publicar su artículo en la maldita ciudad… Decidió volver a su casa, intentar publicar en su antiguo diario, empezar de nuevo, olvidar aquella aventura absurda… el vuelo que elegió, y los posteriores que pagó, acabaron siendo cancelados sin explicación alguna… sentado en uno de los asientos del aeropuerto, abrazado a una espera eterna sin respuesta, entendió que ya nunca más volvería a ver la estación de Victoria…

iv) El Filólogo no alcanza a asimilar que su mejor amigo matara al capnonauta… ¿él, un asesino?... aunque podía compartir la sensación que le explicó… le absorbía, le negaba… él lo sintió igual, por eso huyo con la libreta, por eso no volvió… ¿Podía, entonces, considerarse un superviviente? ¿Y por qué él había sobrevivido al contacto con aquella hidra de la negación? ¿Era un testigo, el testigo? ¿Como Ismael, como Jon Difool?... Ahora sabe como unir los fragmentos de la libreta, como crear una historia con los despojos de la nada… hacer surgir “algo” del vacío… ¿es esto alguna clase de victoria?...

v) El hombre incomprensible aparece no se sabe de dónde… despatarrado sobre una hamaca, los ojos cerrados y soñadores, sonrisa placentera y relajada, con la mano en la entrepierna, rasca, acaricia… la sube desde el pantalón hasta la altura de la boca, y de la mano a la nariz, inspira profundamente… entonce, sorpresivamente, abre los ojos como platos, se levanta de un salto y grita a pleno pulmón: