Celebración

We wanted to be more than just a concert,
we wanted to be a celebration
Robbie Robertson
Escuchar música…

No canciones, no esa pista limitada y limitadora de un disco compacto…

No el estribillo que se repite y repite sin ninguna variación hasta el colapso…

Oír, ver, disfrutar de El Último Vals, de esa porción de él filmada por Scorsese… Leer en letras grandes, This film should be placed loud, y luego comenzar por el final, por la despedida, Goodbye dice Robbie Robertson nada más acabar la primera canción… Baby, don’t you do it, don’t do it, don’t you break my heart, y adiós… ¿qué sucede?, sucede que es el final…

Scorsese los presenta desde el final, Robbie Robertson, Rick Danko, Richard Manuel, Levon Helm y Garth Hudson… The Band… Qué grande Levon Helm golpeando la batería y cantando con su voz 100% folk del puro corazón de los Estados Unidos, qué locura Garth Hudson con sus dedos sobre el piano y sus pelos de profesor chiflado sobre la frente… la guitarra en los dedos de Robertson, la pinta de espantapájaros de Richard Manuel y la voz de Rick Danko… y entonces terminan y dan las buenas noches y se despiden y un sonido aterrador, de final, resuena, y entonces comienza


Se despidieron una noche de Acción de Gracias desde la sala Winterland de San Francisco, el primer lugar donde tocaron como The Band, no como The Hawks ni como The Crackers, menos aún The Honkies, sólo La Banda… un banquete, baile, cuatro horas hasta las diez, el principio de un The End apoteósico, donde tocarán Don’t Do It pero donde antes habían tocado juntos Neil Diamond (con pinta de mafioso o chulo proxeneta), Eric Clapton, Ringo Star, Ronnie Word, Bob Dylan, Van Morrison (que irónicamente cantaría Caravan), Ronnie Hawkins, Dr. John, Joni Mitchell, Neil Young, Emmylou Harris, Paul Butterfield, The Staples y el incomparable Muddy Waters…

Hay incluso un extra en el DVD, una escena suprimida, un hueco entre el éxito conclusivo de The Band y el I shall be released coral, un espacio en que Ringo y Garth empiezan a improvisar y luego se les unen todos, y la música fluye, rodeándolos a todos, Neil Young ni siquiera mira al público, está de espaldas a él, a los cinco mil fans, están ahí como si se tratase del garaje particular del Beattle y disfrutan, se lo pasan de miedo con sus guitarras y sus teclados y sus baquetas, tocan y tocan y tocan hasta que el rollo de las cámaras de 35mm se acaba después de seis horas de filmación ininterrumpida… ¿Cómo resumir la pobreza, el desamparo, el bajón que surge cuando, frente a esta plenitud del corazón, este intento de huida del alma o de oxígeno, ese ahogo catártico cuando se disfruta de un concierto de esta clase, cuando después de todo esto uno baja a la calle y se sube al tren y comienza a escuchar el ruido horrible de los politonos en los vagones repletos de caras grises que van camino del trabajo, que suben y suben y no cesan?

Una anécdota que Robbie le cuenta a Scorsese parece resumirlo a la perfección, y reza o blasfema así… Levon’s home town, it’s near West Helena. One time we were there, for some reason or another, and we decided we were gonna look up one of the legends of that town, which was Sonny Boy Williamson. And he took us to a friend of his, a woman’s place, who served food and corn liquor. He would sit there and he was playing for us. And we were getting drunk and trying to figure out where we were. He was spitting in a can. I thought he was dipping snuff. I thought he had something in his lip. And he kept spitting in his can and playing, and we kept getting drunker. Finally, I looked over in the can and I realised it was blood. He was getting pretty tired and pretty drunk by then. And he made big plans for the future and all kinds of thing we were gonna do. And it was tremendous. A great night. A couple of months later, we got a letter from his manager, or whoever it was, saying that he had passed away…


...The Band, The Last Waltz, The End…