3D-capitulación

i) D. D. David (dedé déivid) lleva cuarenta días fuera de casa… compra maquinillas de afeitar de un solo uso y se asea en servicios públicos, en lavabos privados de mujeres privadas, en espejos deshechos… duerme en el avión, en el autobús, en el coche, en casas hospitalarias… fuma y bebe café en terminales, o aduanas, o bares de carretera; a veces, incluso, en grandes salones enmoquetados… mientras charla con desconocidos acerca de su viaje (pianistas trasnochadas, mochileros desubicados, damas con pedigree, iluminados metafísicos, dependientas acogedoras, camareros enciclopédicos), intenta obtener alguna nueva información (quién, cómo, cuándo, dónde, por qué)… el mundo, inevitablemente, se abre ante su sonrisa…

ii) D. D. David vaga todavía en la publicación de este mensaje… mira internet diariamente y abre esta página… lee acerca de la vivienda, la justicia, la amistad, la casualidad… analiza los textos acerca del hombre puntual, el hombre incomprensible, el capnonauta, Kimveer Gill, Cho Seung Hui, Eric Satie, Nietzsche, T… estudia concienzudamente al ciudadano Köln, ese calco, esa fotocopia obsesiva… pero no ha accedido a nada más, no ha podido leer nada sobre sí mismo, no puede verse “dentro de”… la red se superpone, se esconde sobre sí misma realizándose por completo en un solo punto, en una única torre, desde una base de silicio hasta una cúpula de pensamientos… no puede saltar fuera de su sombra a menos que alguien se lo permita… y no le vale sonreír, que su sonrisa es binaria…

iii) D. D. David cree notar el tiempo, la distancia… los ojos se le irritan ante una pantalla que se revela lentamente… se sabe tranquilo y seguro de sí mismo pero a veces flaquea… ¿desde dónde se escribe esa página? ¿el lugar sobre el que habla será el mismo donde se encuentra el autor?... la lengua no concreta mucho, un traductor maquinal le hace comprensible lo incomprensible… ¿cómo llegó hasta ella, sobre qué enlace clicó? Intenta revertir el proceso, retroceder, pero parece no haber más que una boca enorme de lobo, como si el pasado hubiera sido devorado por ella o tal vez nunca hubiera existido y él mismo fuera fruto de una generación espontánea… la investigación se alarga sin tener una meta visible… ha hablado con tanta gente que apenas recuerda sus nombres, y esos recuerdos parecen pinturas de una mano desconocida… se sonríe en el espejo sucio de un motel, desnudo… ¿por qué coño lo hace?


Ese algo

Aquello que hay en mí, que no soy yo, y que busco.
Aquello que hay en mí, y que a veces pienso que
también soy yo, y no encuentro.
Aquello que aparece porque sí, brilla un instante y luego
se va por años
y años.
Aquello que yo también olvido.
Aquello
próximo al amor, que no es exactamente el amor;
que podría confundirse con la libertad,
con la verdad
con la absoluta identidad del ser
–y que no puede, sin embargo, ser contenido en palabras
pensado en conceptos
no puede ser siquiera recordado como es.
Es lo que es, y no es mío, y a veces está en mí
(muy pocas veces); y cuando está,
se acuerda de sí mismo
lo recuerdo lo pienso y lo conozco.
Es inútil buscarlo; cuanto más se busca
más remoto parece, más se esconde.
Es preciso olvidarlo por completo,
llegar casi al suicidio
(porque sin ello la vida no vale)
(porque los que no conocieron aquello creen que la vida no vale)
(por eso el mundo rechina cuando gira).

Este es mi mal, y mi razón de ser.

Notas de recuperación

T llena la casa de notas que luego encuentro esparcidas en cualquier preposición, en cualquier lugar (a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, para, por, según, sin, so, sobre, tras)…

Inesperadas y agradables, aparecen sobre la alfombra al volver a casa, o bajo la almohada al despertarse, o entre los dedos al sacar la mano del bolsillo, justo en el momento en que busco algo que desapareció…

No son el objeto perdido, pero son la recuperación de algo, desintegrador de vacío, colmador de huecos…